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Ecología del florecimiento de los guayacanes

Compartimos el artículo de Diario El Telégrafo en el que César Paz y Miño, Decano del Instituto de Investigaciones Biomédicas, nos habla sobre los guayacanes.
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El inicio del año, para las poblaciones de Mangahúrco, Bolaspamba y Cazaderos, al sur del Ecuador, en la provincia de Loja, cantón Zapotillo, a 690 km de Quito, trae un espectacular fenómeno natural, que es el florecimiento de los árboles de la zona.

Los ‘guaiacum’, conocidos como guayacanes (Tabebuina chrysanta, su nombre científico) o árboles de madera dura, constituyen una especie de los bosques neotropicales y tropicales de América, desde México hasta Ecuador.

Los guayacanes florecen una o dos veces al año; en nuestro país, en la zona mencionada lo hacen en enero o principios de febrero, momento que marca el inicio del invierno en este bosque seco. Con las primeras lluvias fuertes, los árboles florecen de manera impresionante en las 40 mil hectáreas que involucran este espacio, y producen un fenómeno que se torna de gran interés turístico. Para florecer, el guayacán ha alcanzado su vida adulta, los 3 años, pudiendo llegar a 20 metros de altura, con una copa abundante y frondosa de unos 10 metros, hasta su muerte a los 50 a 100 años.

Luego de la floración, entre 4 a 5 días, los pétalos rizados, que semejan racimos de unos 20 cm, caen y forman una alfombra en el suelo. Toda la zona se tiñe de amarillo, color dado por las flores campanuladas, ricas en carotenoides y batalaina.

El florecimiento, aparte del interés gratificante de su observación, del espectacular paisaje por la fraternidad de colores, tiene también un interés científico ecológico. Es el momento de la polinización y la caída de la flor es la mejor invitación a aves como los colibríes y a insectos como los abejorros, avispas y hormigas, y hasta a los murciélagos, que se alimentarán del néctar de las hojas y se degradarán en sustancia orgánica que servirá para enriquecer el propio suelo.

Con una temperatura ambiente entre 25 a 27 grados Celsius y una humedad que puede llegar hasta 70%, dependiendo de la zona, estos árboles conviven con muchas otras especies. De otro lado, el guayacán tiene una madera resistente a la polilla y a las hormigas, y solo se enferma por coleópteros. Estas características hacen de este bosque un ambiente único y especial para la vida.

Este espectáculo es una incomparable experiencia de contemplar el resurgimiento de la vida y la renovación de los ciclos biológicos de la dinámica del bosque megatérmico seco. Su preservación es imprescindible declarándolo patrimonio natural para que se mantenga su rica biodiversidad. Vale cualquier esfuerzo realizar esta visita, hacer este viaje tan placentero atravesando carreteras impecables.