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Los colores amarillo y verde ganan espacio en la etiqueta de alimentos

Compartimos la noticia publicada por Diario El Comercio en la que Pablo Moncayo y Antonio Camacho, docentes UDLA, habla sobre la semaforización de los alimentos.
Mira la noticia publicada aquí.

En los “semáforos” que alertan los contenidos de sal, azúcar o grasa en los alimentos que exhiben las perchas de supermercados hay cada vez menos colores rojos, mientras ganan espacio los amarillos y verdes.

Francisco Álvarez, de 78 años, pasea por la sección de embutidos del Megamaxi, ubicado en el Centro Comercial El Recreo (sur de Quito). Toma un producto, luego otro y después otro. En todos mira el semáforo. Tarda varios minutos en analizarlos.

Finalmente se decide a comprar uno que muestra dos semáforos amarillos y uno verde. “Busco alimentos que no tengan tanta grasa ni sal”, explica. La alerta roja muestra un alto contenido de sal, azúcar y grasa; la amarilla, contenido medio; y la verde, bajo.

El nuevo etiquetado, plenamente en vigencia desde noviembre pasado y que busca reducir enfermedades crónicas como la diabetes, cambió las preferencias de los consumidores y planteó un desafío para la industria alimenticia.

Cuando empezó a regir la medida, el 80% de productos alimenticios exhibidos en perchas tenía alerta roja en más de un componente, dijo en ese entonces el Ministerio de Salud. La primera reacción del consumidor fue dejar de comprar esos productos.

Leonor Guerrero, una consumidora, reemplazó en diciembre los jugos preparados por agua y fruta. Según Corporación La Favorita, que respondió a una consulta de este Diario vía correo, entre los productos que más ha dejado de comprar el consumidor están lácteos (yogur, cremas de leche, helados, mantecas, margarina), azúcar y derivados, gaseosas y bebidas, bocaditos, galletas, dulces, sopas y caldos, aceites, etc.

En cambio, aumentó el consumo de avena, fruta, grano y cereal en conserva, queso fresco, atún, aromáticas, agua, yogur dietético y jugo natural. “Esto nos ha puesto a correr”, reconoce Édison Romo, gerente de Macafri y titular del sector alimenticio de la Cámara de la Pequeña y Mediana Empresa de Pichincha (Capeipi).

El titular del gremio explica que las ventas de productos con etiquetado rojo elaborado de las pymes se redujo 20%. El porcentaje depende del producto, pero lácteos y cárnicos han sido los más golpeados. Las ventas de enero pasado de la productora de quesos Zulac (Hacienda Zuleta) cayó un 35% frente a igual mes del 2014.

Luis Paucar, jefe de planta de la firma, cree que se debe a los semáforos, que han impactado en especial entre extranjeros. La facturación de Inprolac (productos Dulac’s) cayó un 10% en enero frente a igual mes del año pasado y el último trimestre del 2014 las ventas fueron un 20% menores que los nueve meses precedentes.

La quiteña María Augusta Pérez dice que el semáforo es determinante cuando compra. Trata de no optar por aquellos con alerta roja, en especial los que consumirán sus hijos. Para clientes como ella, el “rojo” indica “peligro” o “cuidado”.

Pero este sistema gráfico no debe entenderse así, dice Pablo Moncayo, director de la Carrera de Ingeniería Agroindustrial y Alimentos de la Universidad de las Américas. El experto explica que no debe interpretarse, por ejemplo, que gaseosas con colorantes y edulcorantes artificiales y con alerta verde o sin ella sean más beneficiosas que un yogur con frutas con alertas rojas.

“No es que debe dejar de consumir, sino, al momento de elegir, optar por lo natural y nutritivo”. Por ejemplo, dice, el queso, aunque tiene alto nivel de grasa es una grasa no saturada, necesaria para el organismo. La respuesta de la industria Frente a este fenómeno, la industria ha tenido que reformular sus productos para tener un semáforo amarillo o verde.

Macafri, que elabora carnes y embutidos, modificó sus fórmulas para tener semáforos verde y amarillo. El cambio implicó costos. “Un embutido con más grasa le va a marcar rojo, pero es más barato. Uno con más carne le va a marcar amarillo o verde, pero es más caro”, explica Romo.

Gilberto Vargas, gerente de Inprolac, dice que estos días lanzará una línea de productos bajos en grasa y con valor agregado: un queso 90% libre de grasa y en yogures, que eran semidescremados, reemplazarán “parte del azúcar con Splenda (edulcorante no calórico)”.

Vargas coincide con Moncayo en que el consumidor está desinformado frente al semáforo. “Ve rojo e interpreta como peligro cuando la grasa de la leche es necesaria en la dieta”. El ejecutivo insistió en que esa desinformación afectó el nivel de ventas y, por eso, se hicieron los cambios.

La meta es que el nuevo producto represente el 15% de las ventas de Inprolac, pero espera que crezca a medida que el consumidor vaya respondiendo. Juan Carlos Romero, director de planta de Nutrileche, dice que las ventas en algunos ítems cayeron y eso les obligó a realizar modificaciones en la fórmula de los productos para bajar de rojo a amarillo, en especial en leches saborizadas.

Pero también aprovechó esta tendencia del consumidor para incluir valores nutricionales adicionales, como vitaminas y minerales, con el fin de vender un producto más funcional. “Es parte de nuestra estrategia de crecimiento”, dijo.

Otras empresas enfrentan un escenario más complejo. Guillermo Bixby, gerente de Kucker, una pequeña firma que elabora chifles, dice que su producto, al ser frito, es alto en grasa, pero también en azúcar pese a que no adiciona ni un gramo de este componente.

“Es el azúcar natural del plátano, pero por eso soy penalizado. Yo no puedo reformular nada”, señala. Las ventas de esta pequeña empresa cayeron un 30% los últimos tres meses. Bixby dice que los alimentos procesados no son malos per se, “el consumo excesivo es el que hace daño”.

Antonio Camacho, también catedrático de la UDLA, explica que el problema es que el semáforo refleja tanto azúcares naturales como añadidos. Por ejemplo, la leche contiene lactosa que es azúcar natural.

Teme que el etiquetado conduzca a las industrias a utilizar edulcorantes artificiales (más baratos que los naturales) en lugar de azúcares naturales que, si bien deben informarse al consumidor, no se refleja en el semáforo.

Propone que el semáforo refleje solo los componentes adicionados y que las autoridades realicen fuertes campañas de información para la población, sobre la forma adecuada de entender los “semáforos”.