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Yodo y Cáncer

Compartimos el artículo de Diario El Telégrafo en el que César Paz y Miño, Decano del Instituto de Investigaciones Biomédicas, habla sobre el “Yodo y Cáncer”.
Mira la noticia publicada aquí.

Como parte del programa científico BioScientis del Instituto de Investigaciones Biomédicas de la UDLA y por el Día Nacional del Bocio, el investigador en yodo y problemas tiroideos Dr. Jorge Flechas de Carolina del Norte, USA, dictó una conferencia que recordó la problemática de la glándula tiroides, el papel del yodo y su relación con el cáncer.

El yodo se usó como tratamiento del bocio por mucho tiempo, pero este elemento, aparte de acumularse en la tiroides, lo hace también en otros órganos como las glándulas mamarias, próstata, estómago, piel y glándulas salivales. Los problemas patológicos que tradicionalmente se han asociado a la deficiencia de yodo son el bocio endémico, el cretinismo y el retardo mental. Pero la sobreexposición a radiación en niños, y las deficiencias nutricionales en yodo, se han asociado a la alta prevalencia de cáncer de tiroides.

Las deficiencias de yodo tienen que ver con la enfermedad fibroquística de mamas y ésta a su vez con el desarrollo de cáncer de mama. Algo parecido podría ocurrir con los quistes de ovarios y el riesgo de cáncer, así como con cáncer de endometrio. Aunque el cáncer gástrico está asociado en muchos casos a la infección por la bacteria Hellicobacter pylori, la deficiencia en yodo sería un factor desencadenante. Los estudios muestran que el cáncer en general tiene como factor común trastornos del comportamiento celular, y el yodo es un regulador de este comportamiento; por lo tanto, la deficiencia en la ingestión de yodo aumentaría el riesgo de padecerlo, mientras que el consumo en dosis adecuadas lo prevendría.

La explicación anterior se centra en los estudios actuales en las provincias de Carchi y Sucumbíos que muestran un recrudecimiento de la deficiencia de yodo hasta en un 30% de la población infantil, e incluso un rebrote de bocio.

Los investigadores que realizaron el estudio, responsabilizan de este fenómeno a la limitada ingesta de yodo, a un relajamiento en el control de la sal y a la entrada de sales no yodadas por precios más bajos o por modas naturistas.

En términos prácticos, nuestro país históricamente fue una zona de bocio endémico y aunque los programas de yodización de la sal lo controlaron, los estudios llaman la atención sobre la necesidad de reforzar la yodización de la sal, incrementar las campañas de nutrición sana que incluyan productos con yodo (pescado, mariscos, fresas, fréjoles, higos, etc.), o la suplementación de yodo. Según los datos, esto podría determinar una protección al cerebro, al crecimiento de los niños y contra el cáncer.