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A 30 años de Chernóbil

Compartimos el artículo de Diario El Telégrafo en el que César Paz y Miño, Decano del Instituto de Investigaciones Biomédicas, habla de los 30 años de Chernóbil.
Mira la noticia publicada aquí.

Las radiaciones ionizantes, sobre todo en dosis no controladas, producen daño y afectan a la salud individual o pública. Algunos accidentes nucleares, medidos con la Escala Internacional de Sucesos Nucleares (EISN), así lo muestran. Para comprender la magnitud de los accidentes nucleares, el parámetro de comparación son las bombas atómicas arrojadas sobre Hiroshima y Nagasaki que tuvieron una potencia de 4, en una escala de 1 a 7 según la EISN.

Un accidente nuclear implica la exposición a radiación en dosis altas y descontroladas. Los más importantes han sido: Clalk River, Canadá (1952 y 1958); Mayak, Rusia (1957); Windscale Pile, Reino Unido (1957); Three Mile Island, EE.UU. (1979 – EISN 5); Saint Laurent des Eaux, Francia (1980 – EISN 4); Chernóbil, Ucrania (1986 – EISN 7); Goiânia, Brasil (1987 – EISN 5); Tokaimura, Japón (1999 – EISN 4); Fukushima, Japón (2011 – EISN 7).

El más severo de la historia, por su alto impacto, fue el de Chernóbil, ocurrido el 26 de abril de 1986. Liberó yodo 131 que afectó de inicio a 237 personas, pero luego, de acuerdo a los registros, fallecieron 25 mil personas, los llamados liquidadores (trabajadores, militares, bomberos y voluntarios) encargados de sellar y descontaminar el reactor; adicionalmente se produjeron 565 casos de cáncer de tiroides y leucemias, 110 mil personas recibieron dosis de radiación de hasta 50mSv (normal entre 2 a 5) y 5.800 más de 100 mSv (mortal 1000).

Chernóbil liberó 100 veces más radiación que la bomba atómica de Hiroshima; sus consecuencias siguen siendo nefastas. Existen 270 mil personas que viven en la zona y unas 5 millones en toda la región de influencia. En el reactor permanecen 200 toneladas de material radioactivo que tardará  100 años en descontaminarse. La radiación remanente rompe el ADN de las personas, determinando mutaciones cancerígenas, abortos e hijos con malformaciones.

Se ha buscado utilizar la energía nuclear para resolver la deficiencia energética mundial; como solución pacífica, promete ser provechosa si se reducen sus riesgos al mínimo. El uso ético de la energía nuclear es lo deseable y así utilizada debería ser accesible a todos los países, por igual. Pero algunas naciones se arman con bombas atómicas como una forma de coerción mundial, se disputan la hegemonía de su uso y control, y demandan a otras naciones que pretenden desarrollarlas.

Ante el peligro de las armas atómicas, la OMS coordina una red mundial de más de 40 instituciones especializadas en medicina de emergencias nucleares. Esperemos que jamás se active esa red. (O)