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Roles de género en comunidad indígena es tema de proyecto de vinculación

Conductas agresivas de los niños y descuido de los padres en la atención de los hijos es lo que Agustín León, líder comunitario, detectó en la comunidad de El Topo, en Imbabura. Por eso tomó contacto con la UDLA para que encuentren la raíz del problema.

Y en efecto, sucedió. Estudiantes y docentes de Psicología acudieron y llegaron a la conclusión que lo que hacía falta era una sensibilización respecto a los roles de género. Así que desde enero de 2015 emprendieron en un proyecto de vinculación con la comunidad que tiene una duración de 2 años y que busca la atención a 120 familias.

Así comenzó todo.

Lo primero: El diagnóstico

Entre las conclusiones de este proceso se encontraron situaciones de maltrato intrafamiliar, consumo excesivo de alcohol, embarazos adolescentes y deserción de jóvenes de la comunidad. “Se evidencia mucha migración porque no hay suficientes fuentes de empleo”, comenta Paula Yépez, Docente de la carrera de Psicología y líder del proyecto.

Esta última situación ha ocasionado un cambio en los roles de género ya que como los hombres salen entre semana a trabajar en las poblaciones cercanas y no vuelven sino hasta el fin de semana, las mujeres deben encargarse de otras labores. ¿Qué provoca esto? Grietas en el vínculo familiar y problemas al relacionarse en la educación de los hijos.

El bonus

Una parte básica del proyecto fue la de relacionarse con la comunidad y para ello participaron en la minga y la fiesta. Paula explica que “para ellos es importante que nosotros seamos parte de estas actividades representativas del contexto indígena”. Por ello no dudaron en asistir y solo en la última minga participaron 150 estudiantes.

Los estudiantes involucrados además decidieron tomar unas lecciones de quichua para que les acercaran aún más a esta comunidad donde las mujeres, en su mayoría, no hablan castellano.

Los objetivos

Con los resultados del diagnóstico comenzaron a trabajar en los objetivos: la sensibilización sobre los roles de géneros y la capacitación sobre proyectos de vida.

Para ambos se contrató una persona externa, especialista, que capacitara en primera instancia a los estudiantes para que ellos luego replicaran ese mismo taller en la comunidad. Esta primera etapa sucedió entre enero y febrero de 2016.

En relación al segundo objetivo se detectó una carencia en la visión a futuro “muchos jóvenes y algunos adultos no saben qué hacer, no tienen una idea y por eso hay mucha deserción”, dice la Docente.

El plan a futuro

Para septiembre está planificado realizar una capacitación a líderes comunitarios que sean quienes tomen la posta y continúen con el proyecto. “Trajimos a jóvenes que nunca habían tenido un acercamiento ni a la universidad, ni a la ciudad, para que se capaciten junto a los estudiantes, lo que ha generado un impacto en la comunidad. Ahora, son ellos quienes capacitan al resto de miembros. Además, al ver como las mujeres de la ciudad tienen esa libertad de expresión y decisión se han empoderado de sí mismas”.

En ese mismo mes se iniciará con la fase final, la de evaluación. Una vez terminada se dará por concluido el proyecto.

La sensibilización empezó en casa

Con el fin de llegar con una actitud humilde a la comunidad y de no imponer el conocimiento se aplicó un enfoque metodológico denominado investigación – acción participante. Esto significa considerar a los miembros de la comunidad como los más importantes dentro del trabajo. “Nosotros trabajamos y aprendemos junto a ellos”. Este fue uno de los retos con los estudiantes a quienes se capacitó para trabajar en el tema de humildad y de ir en la posición de aprender.

Otro de los temas fue reconocerse, descubrirse y cuestionarse a sí mismos, desde un enfoque de género antes del trabajo en la comunidad. “Lo mismo que les sucedió a ellos en ese proceso era lo que iba a suceder en el taller entonces debía ser canalizado previamente”, concluye Paula. (DB)