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La Tierra en desgracia

El 22 de abril, Día de la Tierra, plantea cuestiones impactantes. Al hablar de la Tierra, los grandes propietarios y grandes contaminadores hacen todos los esfuerzos por trasladar la responsabilidad de la contaminación del planeta, a los individuos. Esto quiere decir: tú contaminas. Por lo tanto, parece lógico que la tarea de descontaminar es una cuestión personal. Pero la realidad es otra cosa.

Las sustancias más contaminantes de la Tierra son producto de los países más industrializados que exponen al planeta a la quema de hidrocarburos, a monóxido y dióxido de carbono, óxido de azufre (lluvias ácidas), óxido de nitrógeno, gases halogenados (degradación de pesticidas), metales pesados (industrias y minería), partículas y aerosoles (carbón y metales), y otros de una larga lista. Los efectos en la salud humana y animal, en las plantas, en  agua, suelos y aire, son trágicos. Hay sobre todo un aumento de enfermedades crónico degenerativas, cánceres, pulmonares, renales, hepáticas, oculares y dérmicas.

Lo curioso es que los efectos de la contaminación son mayores según la situación de desventaja económica de las personas y los países. A mayores zonas de pobreza, se aprecia mayor  efecto del daño a la Tierra. La situación de desabastecimiento de agua, alcantarilla, electricidad y basura, se concentra alrededor de las zonas más pobres del planeta. Esta acumulación de ambientes destrozados contrasta con la opulencia de un minoritario grupo humano, el 1% que son los verdaderos dueños de la Tierra.

Los dueños de la Tierra además son los responsables de la contaminación. No somos los individuos, son las grandes corporaciones, las industrias y los países hegemónicos. Gobiernos que a través de la compra o alquiler de tierras en otros países, imponen la producción agrícola y las ganancias privadas, o petroleras, mineras, y más. Así, la mitad de la tierra de Madagascar está arrendada a Corea del Sur. Un tercio de las tierras de Mozambique las tienen corporaciones de Singapur. El 70% de la tierra del mundo pertenece al 3% de la población. Lo que refleja que los inversionistas privados no se interesan por la producción de alimentos para salvar a la humanidad del hambre. Algo similar ocurre en el Ecuador, donde el 95% de la propiedad agrícola es privada, 4% comunal y 1% estatal.

La inequidad es el origen de la contaminación de la Tierra. Si se redujera un 4% de la ganancia de los ricos del mundo, se solucionaría el hambre y los problemas de salud del planeta, pero lastimosamente la codicia no tiene conciencia ni límite.

Autor: César Paz y Miño

Fuente: www.telegrafo.com.ec