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La experiencia de una graduada de Relaciones Internacionales en el “barco del mundo”

Macarena Jáuregui, graduada de Relaciones Internacionales de la UDLA, navegó durante 33 días a bordo del “Barco de los Jóvenes”, una iniciativa del gobierno japonés que reunió a 240 personas en un ejercicio para promover el conocimiento académico y la interacción cultural. (ver más)

Ella partió desde Tokyo donde permaneció dos semanas. Luego se embarcó y durante la travesía hizo varias paradas, entre ellas: Palau, Australia y las Islas Salomón. Recientemente regresó y tras su experiencia vino con un renovado orgullo por ser ecuatoriana, con muchos estereotipos quebrados y con el espíritu de trabajar localmente para hacer de este un mundo mejor. Aquí algunas de sus reflexiones y anécdotas:

En el barco conviviste con otras culturas, con personas de otras partes del mundo. ¿Cómo sobrellevaste esa experiencia?

Fuimos “obligados” a socializar porque no teníamos Internet. Estábamos 240 jóvenes juntos en un mismo lugar, teniendo la misma experiencia, los mismos miedos, las mismas dudas y barreras. El grupo con más estereotipos -y que me pareció muy cruel de parte de la humanidad- fue el árabe. Debo decir que ver a las mujeres con sus  hiyab me chocó y me dije a mi mismo: “No quiero llevarme mucho con ellos porque siento que no me van a aportar”. En mi ignorancia pensé que mi cosmovisión y mi sociedad estaban más desarrolladas que la de ellos. Poco a poco me fui dando cuenta que era tan falso y ahora, puedo decir que, a la delegación que más admiro es a la árabe, me impresionó.

Luego de este viaje, ¿cuál fue tu mayor aprendizaje y lección?

Esa es una pregunta muy fácil porque he reflexionado mucho sobre ese punto en particular:  No hubo día, en el que más orgullosa me sentí que aquel en el que izaron la bandera del Ecuador en el barco del mundo. Estaba ahí frente a mi bandera, cantándole a mi nación, sintiéndome orgullosa de representarlo de la mejor manera.

Aprendí, y los demás me enseñaron, que amo a mi país, ahora le quiero más que nunca. Había veces que me achicopalaba por ser ecuatoriana pero este programa me enseñó que puedo pensar mundialmente, pero actuar localmente, esa es la solución a las crisis mundiales. Hay que actuar localmente pensando en el bien del mundo.

¿Cómo era el día a día en el barco?

Nos levantábamos todos los días a las 6 am. Desayunábamos pescado con arroz. Los japoneses son muy disciplinados y respetuosos y esas acciones  pudimos evidenciarlo en su cotidianidad. Por ejemplo nos reunían todos los días, nos separaban por grupos para verificar que nadie faltara y nos tomaban la temperatura para que, en caso de haya un infección o una enfermedad, los demás no se contagiaran.

Luego cumplíamos un cronograma de actividades asistiendo a charlas y seminarios sobre temas como: globalización, migración, el empoderamiento, inteligencia emocional, sustentabilidad, entre otros. Además asistíamos a clubes para complementar una formación integral. 

¿Cuál fue tu momento de mayor reflexión?

En una de las paradas fuimos a las Islas Salomón. Fue el momento más duro e impactante del viaje. Yo creí que el Ecuador era un país en vías de desarrollo, pero somos un imperio frente a esta isla. Es un país en el que algunas de sus tribus se remontan a la historia del canibalismo y viven en condiciones no tan humanas. Hay resorts de lujo, pero si avanzas un poco hacia el pueblo, te das cuenta de una realidad totalmente diferente. Me parece irónico que en un lugar así puedan existir dos mundos, uno paradisíaco y otro de pobreza. (DB)