Uno de los grandes vacíos en la práctica de enfermería a nivel mundial es que no existen estándares para medir los resultados del trabajo que se realiza. Este es un problema mayor ya que, sin indicadores es imposible visualizar qué tan efectiva es cada intervención en los diferentes niveles de atención, ya sea primaria, secundaria o terciaria.
¿Existe un impacto positivo que aporta a la recuperación de un paciente? Esa es la pregunta que todo personal de enfermería debería hacerse y la respuesta debe ser cuantitativa. Para las instituciones de salud, esos indicadores también son de utilidad porque se traducen en costos, en mayor eficiencia de uso de recursos.
En España, por ejemplo, ya se ejecuta un modelo que busca definir cuál es el porcentaje que el personal de enfermería aporta para el alta de los pacientes. Con ello, se puede lograr una excelencia en el servicio.
En el caso de Ecuador, la estructura sigue siendo “medicalizada” es decir, es el médico quien informa respecto a la provisión de servicios de una unidad de salud. Sin embargo, es necesario contar con procesos y medidas que determinen el aporte de cada profesional a la recuperación de un paciente.
Por este, y otros temas, la formación de cuarto nivel del personal de enfermería es clave. Esencialmente hablamos también de contar con herramientas de investigación que conviertan los hechos en evidencia y que con ella se demuestre el impacto del trabajo enfermero en la salud.
