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Prevenir la conducta suicida es una tarea en la que todos podemos aportar

 

En Ecuador, entre 2001 y 2014 se registraron 4 855 muertes por suicidio de adolescentes y jóvenes, 2 738 de adolescentes (10-19 años) y 4 144 de jóvenes (15–24 años). La mayoría de los fallecidos eran varones de 15 a 24 años de edad.

El mayor porcentaje de suicidios se registró en zonas urbanas y el método más frecuente fue el ahorcamiento, seguido por el envenenamiento con pesticidas.  Todos estos datos según la Organización Panamericana de la Salud.

Las cifras son alarmantes, ya que el mayor índice está en adolescentes, quienes toman como salida a los problemas el suicidio y muy cerca están los de personas adultas que se arrebatan la vida por experiencias negativas a lo largo de su vida.

Según Pedro Flor, docente de Psicología, el suicidio es el acto deliberado de quitarse la vida y para que este se consume o el suicida intente hacerlo, existen una extensa gama de factores que se asocian a la ideación y posterior acto suicida. Entre ellos figuran desde fenómenos biológicos, psicológicos hasta los sociales que pueden influir en el aparecimiento de la conducta suicida.

Las diferencias que se pueden evidenciar en los intentos de suicidio pueden ser un fenómeno distinto en adolescentes y adultos. La edad, contexto particular, condiciones y circunstancias generales son elementos diferenciadores de la conducta suicida en adolescentes y adultos.

Los adolescentes suelen tener una tendencia a utilizar medios de violencia baja o media con respecto a los adultos, tales como la ingesta de medicamentos o tóxicos.

Los adultos suelen utilizar métodos más eficaces en el resultado fatal y pueden tener una intención más determinada cuando se autolesionan.

Sin embargo, según Jaime Terán, docente de Psicología, los individuos independientemente de su edad o etapa bioevolutiva parecen utilizar los métodos con los que disponen para sus intentos de suicidio.

Para llegar al suicidio o a un intento de este, el individuo sea joven o adulto, responde a situaciones de vida estresantes, sentimientos que se producen por el aparecimiento de desesperanza, imposibilidad de afrontar problemas sentimentales, sociales, económicos, expectativas pobres sobre el futuro.

Además, es posible que otro factor importante sea una propensión genética al suicidio, enfermedades mentales como depresión, esquizofrenia, descontrol del impulso, entre otras, pueden asociarse a la conducta suicida.

Prevenir el suicidio es posible, pero es necesario un trabajo conjunto entre el individuo y los profesionales de la salud.

Jaime y Pedro recomiendan una identificación de factores de riesgo, trabajo consciente de los médicos y psicólogos para la detección precoz, prevención y tratamiento. A más del tratamiento profesional, se busca que el paciente pertenezca a una red de apoyo para hablar de sus problemas y de lo que le aqueja, impulsar el manejo emocional para que se puedan controlar los impulsos suicidas, compatible con un modelo comunitario de salud mental.

¿Te llamó la atención este tema? Puedes saber más a fondo sobre el suicidio en la mesa redonda “Prevención de conducta suicida” organizada por la Escuela de Psicología, en la que se tratarán cuatro posturas complementarias y diversas que darán diferentes análisis y propuestas de prevención.

Análisis de redes sociales en la prevención, análisis funcional de la conducta, perspectiva cognitivo-conductual y perspectiva neuropsicológica del suicidio.

María Cristina Ramos, docente de Duke University, y Patricio Arias, presidente de la Sociedad Ecuatoriana de Hipnosis Científica y Ericksoniana, ambos expertos en suicidio se juntarán a Jaime y Pedro para abordar a profundidad esta problemática, sus causas y reflexionar juntos en formas de prevención en la que podemos participar todos.

El próximo 16 de octubre, puedes formar parte de estas mesas redondas desde las 10:00, inscribiéndote aquí. https://bit.ly/2Gd7EGu. (OP)