Por Ana Belén Tulcanaza, Ph.D. – Docente-investigadora de la Escuela de Negocios UDLA

Un perfil profesional se encuentra integrado por habilidades duras y blandas. Las duras se refieren a conocimientos técnicos y específicos sobre el área de especialización. Las habilidades blandas están caracterizadas por los atributos o capacidades que permiten a las personas desempeñarse efectivamente en su trabajo. Estudios previos destacan que el éxito laboral depende en 20% de las habilidades duras, mientras que el restante 80% se conjuga a través de las habilidades blandas o soft skills.

Las habilidades blandas se enfocan en el lado emocional, interpersonal y en la forma de actuar de un colaborador dentro de una empresa, es decir, abarcan destrezas como: liderazgo, resolución efectiva de conflictos, comunicación asertiva, trabajo en equipo, adaptabilidad al cambio, manejo del estrés, entre otras. Muchas de estas habilidades son innatas; sin embargo, se las puede desarrollar y perfeccionar.

El informe “The Future of World: 2022 Global Report”, de la empresa de servicios de empleo Monster Worldwide, destaca las habilitades más demandadas en el mercado laboral pospandémico: optimismo, resolución de problemas complejos, pensamiento crítico, creatividad, gestión de personas e inteligencia emocional; agrega que estas permiten a un profesional entablar relaciones interpersonales exitosas, generando confianza y desarrollo integral, al tiempo que incrementan la productividad, progresión profesional y mejores réditos financieros para la empresa.

En definitiva, las habilidades técnicas y la experiencia son importantes, pero no suficientes; las habilidades blandas ganan terreno, por lo cual debemos gestionarlas y potenciarlas para construir un perfil profesional más competitivo e innovador.

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