Por Fernando Del Vecchio, Ph.D

En su autobiografía titulada “Open”, André Agassi menciona dos experiencias en las que no jugó a ganar, sino a no perder. Y si uno pone todo el foco de su atención en evitar algo, eso es precisamente lo que obtiene. Juegas a no perder y pierdes.

Primer caso: final de Roland Garros del año 1990 en la ciudad de París frente al ecuatoriano Andrés Gómez. El domingo 10 de junio, Gómez derrotó a Agassi en cuatro sets.

Dice Agassi: “Es evidente que mi plan de juego ha sido erróneo desde el principio. Patético, en realidad. Independientemente de la duración del partido, no podía funcionar, porque no se puede ganar la final de un Grand Slam jugando a no perder o esperando que pierda el rival.”

Segundo caso: apenas tres meses después, en la final del siguiente torneo de Gran Slam: el US Open en New York. El 9 de septiembre, Agassi enfrenta a Pete Sampras. Nuevamente, Agassi juega a no perder. Y nuevamente pierde. En esta ocasión, por un categórico 6-4, 6-3 y 6-2.

Dice Agassi: “Jugamos puntos largos, puntos exigentes, y él se muestra impecable. Llega a todas partes, lo devuelve todo, corre de un lado a otro como una gacela. Lanza torpedos, sube a la red, me lleva a su juego. Le planta cara a mi saque. Yo no puedo hacer nada. Estoy enfadado. Me digo a mí mismo: esto no puede estar ocurriendo. Pero sí, está ocurriendo. Entonces, en lugar de pensar en cómo puedo ganar, empiezo a pensar en cómo puedo evitar perder. Es el mismo error que cometí contra Gómez, con el mismo resultado. Cuando todo termina, les digo a los periodistas que Pete me ha dado una paliza en toda regla, un atraco de los de toda la vida.”

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