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Graduada UDLA crea biofiltros con microalgas para mejorar calidad del aire de Quito

Alguna vez escuché decir a alguien que, las personas que tienen éxito en lo que hacen son quienes piensan en solucionar los problemas de lo demás haciendo lo que más les gusta. Ahora que conocí a  Gabriela Samaniego, graduada de Ingeniería Agroindustrial de la UDLA en el 2016, estoy convencido que esto es verdad.

Durante la entrevista, habla entusiasmada de lo que ha logrado y en cada momento recalca la formación que recibió en la UDLA. Ella la define como integral, ya que pudo aprender la teoría, poner en práctica sus conocimientos y conoció experiencias de emprendimiento de sus docentes. Y como ella lo menciona, “no solo casos de éxito” sino también de las derrotas y fracasos, que son de los que más aprendió y que le permitieron moldear su filosofía de vida, en la de ser su propia jefa y ayudar a los demás, predomina.

Además, Gabriela tuvo la oportunidad de ser parte de proyectos de investigación en los laboratorios de la UDLA, en el que ayudó en investigaciones referentes al uso de microorganismos para la mejora de cultivos de chocho. Por lo que investigar es también parte de su formación académica.

En el 2017, Gabriela  inició sus estudios de posgrado en la Escuela Politécnica Nacional (EPN), y ahí conoció a su amiga y ahora socia, Queenny López, ingeniera ambiental. Ambas idearon el sistema de biofiltros, con el objetivo de remediar la huella de carbono del aire de Quito.

Pero, ¿qué son y cómo funcionan estos biofiltros con microalgas?

El filtro es una torre cilíndrica de hasta dos metros de alto. Lo que hace es captar el aire contaminado de un área, el aire luego pasa por filtros que retienen material particulado tóxico como óxidos de nitrógeno o azufre, así como microorganismos. Luego, el aire libre de partículas burbujea dentro de la torre, en la que están las microalgas, nutrientes y agua, en este punto el CO2 se disuelve y es convertido en oxígeno por medio de la fotosíntesis. El aire libre de CO2 sale por la parte superior de la torre por una campana semipermeable que no permite la entrada de microorganismos o partículas que contaminen el proceso.

Para optimizar el funcionamiento de la torre, Gabriela y Queenny gestionaron la obtención de determinadas microalgas a partir de aislados de una científica ecuatoriana, investigaron y desarrollaron cálculos bioquímicos y respecto a los requerimientos específicos de las microalgas. Mientras que para la parte mecánica, sumaron a su equipo de trabajo a Jorge Montalvo, ingeniero mecánico, quien trabaja en los cálculos hidrodinámicos, de dimensionamiento y resistencia de materiales para la construcción de la estructura asegurando un funcionamiento óptimo e integral.

Una sola torre con estos biofiltros, cumple hasta 100 veces más la función de purificar el aire que un árbol. (OP)